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Mostrando entradas de mayo, 2015

Collage "Fotos de Almansa"

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Comparto por aquí también el collage que he subido hace unos minutos a  Google+  y a  Twitter.   * * * Me encanta la fotografía. Es una de mis aficiones, y disfruto cogiendo el móvil y haciendo fotos al paisaje, a las luces de una puesta de sol, a las flores, a los monumentos... Las personas, reconozco, no se me dan bien, y no me llaman tanto la atención.  Y la aplicación de Google Fotos es una maravilla. Este collage lo acabo de hace unos minutos desde mi móvil, simplemente seleccionando esas imágenes y diciéndole que realizara un collage con ellas. A mi punto de vista es precioso, jejeje. Son todo fotos mías hechas en la zona de Almansa: se puede ver el Castillo, el Mugrón y el Pantano, entre todos. La licencia es una Creative Commons. En concreto, es una licencia Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0. Así que sois libres de usar la imagen como os plazca, o casi =D Collage "Fotos de Almansa", por Belén Cebrián Sánchez (Disponible en

Arena blanca

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Música: Siempre el viento Artista: José Luis Encinas El murmullo de las olas es la música de fondo. El chocar del agua contra la costa, el frescor del aire, la suavidad de la arena mojada bajo unos pies descalzos. Todo en este paisaje es luminoso, cálido, agradable. Una brisa que revuelve el pelo y juega con los mechones rubios y brillantes, que bailan incansables una melodía volátil e inestable con el viento. Unos labios suaves contra el cuello, una caricia dulce, pausada, y un aliento tenue exhalado contra la garganta. Un beso ligero en la barbilla, y una mejilla que se posa contra otra. Afecto, cariño, devoción: sentimientos que se posan en la pareja que permanece de pie a la orilla del mar. Un brazo que rodea la cintura de ella, y una mano que se posa sobre la de él. Una sonrisa feliz en ambos rostros, y dos pares de fijos en el océano. Un océano que a veces, juguetón, golpea con más fuerza contra el litoral, levantando espuma y sorprendiendo con un sabor salado

ELLA

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Se iba escondiendo entre la lluvia. Medía el sonido de sus pasos. No demasiado lento, no demasiado deprisa. Perseguía una quimera volátil de cabello rojo, sonrisa misteriosa y ojos marrones. Era ELLA, sólo que ninguno de los dos lo sabía aún... " Day 210 ", por Makena Zayle Gadient (Visto en Flickr , Licencia CC Reconocimiento-NoComercial-SinObrasDerivadas 2.0 )

El poder civilizador de la (lectura) cultura

Hoy me he pasado por la web de la Revista Babar , donde siempre hay artículos muy buenos sobre literatura, además de anuncios sobre muchos premios literarios que estén ya en marcha. Y me ha llamado la atención sobre todo este artículo de Miquel Rayó : "El poder civilizador de la lectura" , que es una reproducción íntegra de una intervención del autor en el Festival Iberoamericano de literatura infantil y juvenil que se celebró en la Casa de América de Madrid, en octubre del año pasado. En resumen, viene a decir lo que ya se expresa en el título: que la literatura civiliza a las personas. Pero no cualquier literatura, no, si no la que él llama literatura en libertad. Una literatura en libertad que dice es: "Esa lectura que no suelen fomentar con todas las consecuencias los sistemas políticos organizados en los que, muy diversamente, se manifiesta la civilización." Y no he podido evitar al leer el artículo acordarme de una charla TED titulada: &q

Lluvia

El cristal estaba frío al tacto. Llevaba toda la tarde y casi toda la mañana lloviendo, lo raro habría sido que al posar la frente contra el cristal no le hubiera recorrido por la espalda el escalofrío que sintió. No le molestaba. Al contrario, el frío le venía bien. En momentos como ese le gustaba sentir el frío duro y seco del invierno. Le hacía pararse a pensar, le aclaraba las ideas enmarañadas que revoloteaban por su mente. Ideas que, de repente cayó en la cuenta, eran la causa de que se encontrara irritable e inquieto. Le gustaba oír llover. El suave ruido de las gotas al repiquetear contra suelo era mejor que ponerse música relajante. Era un bálsamo que le traía sosiego y paz a su espíritu. La lluvia le calmaba. Era como si fuera un obligado descanso mental, uno que obedecía de forma instintiva sin ni siquiera proponérselo. Había gente a la que las tormentas la agobiaban. Gente que tenía pavor a los rayos y a los truenos, que se encogía cuando veía caer los relámpag